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northern sky

4:35 A.M.

“Se ilumina la pantalla y aparece un joven en un lavabo. El joven soy yo. Me estoy masturbando enfrente del espejo. Unos minutos de tensión muscular y…ya está, me corrí. El semen fluye lentamente hacia el sumidero. Me miro en el espejo y me busco a mí mismo preguntándome qué hago a las tres y pico de la madrugada de un día entre semana cascándomela sin pena ni gloria. Es entonces cuando empiezo a reflexionar sobre el sentido de la vida y el de mi presencia en este planeta.”

Sí, vale, lo sé. Empezar un e-mail con este tipo de paranoias es un poco fuerte. Perdona. Son las confianzas que, ya sabes, dan asco. Bueno, quizá también hay que tener en cuenta las birras, que ya llevo unas cuantas. ¡Y los porros! Aunque no tantos como yo desearía. No, hoy no ha habido coca. Mejor así. Además, la economía tampoco da para mucho más, y éste último mes nos hemos pasado un poco. La vida de estudiante tiene estas cosas, qué te voy a contar, ¿no?
Pues nada, otra vez aquí, son un poco de las cuatro de la madrugada y estoy frente a la pantalla del ordenador. Esa paranoia con la que he empezado es parte de cómo me imagino la película de mi vida, era la escena inicial. ¿Qué te parece? No está mal, ¿no? ¿Crees que se podría incluir dentro del movimiento Dogma? Mmm…yo creo que Von Trier me pagaría millones por la idea…jejeje, ¿porqué no?

La noche me encanta, creo que es el mejor momento del día. Sí, y en especial la madrugada, su silencio, su tranquilidad…quizá es eso lo que me impulsa a escribirte casi siempre a estas horas. No sé porque pero es en estos momentos cuando me siento más lúcido. También es cuando puedo sacar a pasear mis fantasmas interiores sin miedo a que sean vistos por alguien. Es un alivio enorme, no te lo puedes ni imaginar, porque llega un momento en que si no los sacas un rato ellos te empiezan a devorar por dentro. Entonces sí que estás perdido.
El otro día me dijiste que estabas rayada y que, por tanto, te costaba estudiar, ¿no? Eso ya suele pasar, y no sabemos porque pero también suele coincidir con épocas de exámenes, es una especie de "¡y ahora, más difícil todavía!".
Las rayadas mentales van a épocas, o al menos así me pasa a mí. Quizá las causas estén siempre ahí, en la trastienda del alma, pero hay momentos en que consigues mantenerlas bien guardadas y otros en que salen afuera sin siquiera pedir permiso (y acostumbran a pillarnos en los peores momentos) Lo mío también va a épocas. Las hay en que puedo pasar sin pensar demasiado en ello y otras en que simplemente no puedes dejar de darle vueltas al asunto. En fin, supongo que eso son grandezas de la psicología humana.

Hoy he vuelto a discutir con ella. Hemos seguido el proceso habitual: un tema cualquiera, opiniones diferentes, casi irreconciliables, de ahí hemos pasado a los reproches personales, luego a echarnos en cara nuestros defectos y finalmente hemos acabado gritándonos y pidiendo la cuenta para poder irnos lo más pronto posible. A pesar de todo, sigo sin estar seguro de si la quiero o no.
Supongo que visto desde fuera todo resulta más claro y sencillo, ¿no? Ya, lo sé. Imagino que la mejor solución para los dos sería dejarlo. No sé si de una manera definitiva pero sí durante un tiempo. Lo sé, joder, ¡claro que lo sé! Pero tú no te puedes ni imaginar lo difícil que es. Son tantos años, tantas ataduras, reales e imaginarias, tantos recuerdos, amigos, sueños…Cuesta darse cuenta de que tu pequeño mundo se está cayendo a pedazos. Incluso cuando caen los cascotes más grandes encima de tu cabeza intentas disimular el dolor y finges no haber sentido nada. Finges que todo sigue igual, que todo sigue… ¿bien? Fingir es un verbo que expresa bastante bien la situación; aunque no sé porque eso es algo que siempre me recuerda a las escenas de sexo de las películas americanas. En fin, otra de mis estúpidas asociaciones de ideas, perdona.

Últimamente no hago más que pensar en todas esas cosas que quisiera hacer y que no estoy haciendo. Me da mucha rabia. Estoy como paralizado. Soy un ser totalmente pasivo. Veo cómo el mundo se mueve a mí alrededor y soy incapaz de reaccionar. Y no por falta de proyectos, no. Creo que me faltan ganas de vivir. No sé cuando las perdí, pero debió de ser en una de esas curvas pronunciadas por donde me ha llevado la vida. El caso es que no las consigo encontrar, y cada vez me siento más angustiado y a la vez harto de todo.

No sé que quiero ser. Vale, sí, estoy estudiando una carrera, pero tú y yo sabemos que no encontraré nada relacionado con esto. ¡Joder, es que es tan triste! ¿Te tiras más de cuatro años en la universidad para qué? El sistema es un puto engaño. ¿O no? Sí, puede que sea culpa nuestra, por creérnoslo todo.
Sé que nunca llegaré tener el mismo nivel de vida que tengo ahora viviendo con mis padres. Sé a la perfección que después de ellos todo irá a peor. Tengo la certeza de ello. ¡Joder! ¿Qué tipo de esperanzas puedo albergar yo en este podrido mundo pensando eso? Ya te lo digo yo, no tengo esperanzas. Como dirían los Sex Pistols, “there’s no future”, y yo estoy convencido de ello.
Me pregunto si esta forma de ser, un tanto autodestructiva, afecta mucho a mi relación con ella, quizá sí, aunque nunca se ha quejado de ello. Eso sí, de otros aspectos de mi personalidad si que lo ha hecho, y con frecuencia. Pero no puedo hacer nada para evitar mi forma de ser. De hecho no me gusta como soy, mi personalidad. He intentado cambiar, adoptar nuevos comportamientos, controlar mis reacciones, sonreír cuando en realidad querría llorar, llorar cuando quisiera reír, quedarme al lado de alguien cuando en verdad me gustaría huir, o al menos evadirme: poder estar ahí pero sin ser consciente de ello, ser una especie de zombi.

¿Sabes cual es una de mis dudas más grande sobre la vida que tengo? El amor. ¿Qué es el amor? Te juro que lo he intentado conocer. Es que de hecho, desde que naces que es casi lo más importante, lo que quieres encontrar a toda costa. Incluso piensas que vives rodeado de él, que todo el mundo lo tiene y que tú eres el único desgraciado que aún no. Pero las cosas no son así. Después de todo lo que he vivido, de mis experiencias, he llegado a la conclusión que el amor no existe. Es un ideal que hemos creado para justificar estados de ánimo, y estos no tienen porque ir siempre ligados a la felicidad. Siempre llega un momento en que lo que sientes por una persona empieza a morir. Primero llega un día en que al verla ya no sientes nervios, ni nudos en el estómago, ni nada. Luego es cuando hacer el amor se vuelve más fatigoso y notas que incluso te vuelves remolón cuando se plantea hacerlo. A eso lo llaman perder la pasión, y para intentar sentirte menos mal te cuentan que es algo normal, y que lo que viene luego es incluso mejor: el cariño, la compresión, etc. Los nombres poco importan, pues esconden siempre la misma sensación: falta de pasión.
El final es cuando tus fantasías dejan de estar protagonizadas por tal o cual actriz, cantante, o chica de revista, y pasan a serlo la compañera de trabajo, la vecina del segundo o la amiga de toda la vida. Así que por favor, que no me hablen más del amor y de sus bondades, el amor no existe, así como tampoco existe Dios ni la felicidad. Todo son utopías para hacer más soportable esta vida, sueños inalcanzables, pero que aún así nos emperramos en ir tras ellos, saltando desde los precipicios más alto si es necesario.
También la amistad es un engaño. Aunque en menor media, pues la amistad realmente sí que la llegas a conocer, pero la pierdes pronto, más o menos cuando se acerca el cuarto de siglo. Es ahí cuando te das cuenta de los amigos ya no son como antes, que todo se ha envilecido por el egoísmo que nos corroe a todos. Sí, y el mío el primero, y tú lo conoces bien.
Tienes amigos cuando vas a EGB, los vas perdiendo en el instituto, y se van a tomar por culo en la universidad. Luego los que quedan bajo el adjetivo “amigos”, ya no son como antes. Lo sabes y lo notas. ¿Ves? Una vez más encuentro algo que forma parte de mí y que no me gusta. Algo que querría arrancar de mi interior y lanzarlo al fondo del mar. Pero no puedo, siempre estará ahí conmigo.

¿Porque nos bombardean siempre con cosas que jamás alcanzaremos? Amor, amistad, felicidad… nada, nada, nada. Todo eso no hace más que llevarnos directos a la infelicidad. Ahí acabamos todos, más tarde o más temprano. Más o menos drogados, sedados por ilusiones que jamás alcanzaremos. Triste destino, pero tan cierto cómo que ahora mismo me siento justo en ese lugar. En el mismísimo centro del País de la Infelicidad.

Que hace poco haya sido mi cumpleaños debe de tener algo que ver mi estado de ánimo, suele ser la fecha que escojo para hacer repaso mental acelerado de mi vida. Mis repasos me llevan a añorar cada vez más un pasado del que me alejo de manera inexorable y cada vez a un ritmo más acelerado. Echas de menos la seguridad que sentías cuando ibas al colegio y sabías que los próximos diez años seguirías allí, y que luego ante ti no se presentaría la oscuridad de la nada. También echas de menos la protección de tus padres, el sentimiento auténtico de amistad, los amigos, por los cuales harías lo que fuera y viceversa. Todo eso ya no existe. Y la búsqueda del amor…eso tampoco, pues ya has comprobado que eso nunca existió.

A pesar de todo esto que te estoy diciendo…en lo más hondo de mí, hay una pequeña esquinita del alma que sigue queriendo creer en el amor. Es del mismo tamaño de la que quiere seguir creyendo en que el capitalismo tendrá fin y que será posible, por fin, una revolución que conduzca al final de este sistema. ¿Quizá soy un terrorista y nadie se da cuenta de ello? Quizá sí. ¡Que venga la policía del Pensamiento, pues soy culpable de pensar y de desear que todo cambie! Que todo desaparezca, porque, porque…cuando todo desaparezca, entonces...quien sabe, a lo mejor es entonces cuando podremos encontrar el auténtico amor.
¿Lo ves? Mi pequeña esquinita me vuelve a traicionar. Y así siempre. Debe ser algo totalmente inherente a la condición humana. Sí, es la única explicación que puedo dar.
Tuve una época, la más dura de mi momento “el amor no existe”, en que creí que podría follar con cuantas tías quisiese y sin que nunca nada de eso implicase sentimientos. Y…estuve a punto de conseguirlo. Pero finalmente tampoco eso funcionó. Lástima, porque estuve realmente cerca. El peso de la cultura humana es demasiado fuerte aún. Puede que dentro de unas generaciones ya no exista ese problema. Dentro de mil años ya nadie vivirá atormentado por el amor. La realidad se habrá impuesto y será algo totalmente olvidado y sin sentido.
Bien podría pasar eso o que simplemente ya no existieran humanos porque todos fueron suicidándose al darse cuenta del engaño en el que vivían. No, me equivoco, soy demasiado optimista, siempre habrá algún aprovechado hijo de puta dispuesto a seguir con vida con tal de ganar pasta vendiendo balas a todo aquél que quisiera volarse la tapadera de los sesos.

1 comentario

el autor -

mmm...visto en perspectiva...repetición de ideas...narración un tanto irregular...final más que forzado...mmm...no si al final no sé como podía esperar ganar nada con este relato corto. Especialmente forzada e irreal la referencia a la farlopa...si es que...aissss